Cuenta la leyenda que el primer jamón ibérico que los vigueses pudieron probar entró en la ciudad en cajas llenas de fornidas patas de cerdo con pedigrí y salió en lonchas de Vazey. La tienda a la antigua usanza ubicada a unos pasos de la plaza de Compostela, en un enclave residencial con aires decimonónicos, forma parte de esa lista de establecimientos «de Vigo de toda la vida», que cada vez tiene más números tachados, los de los que van desapareciendo y dando paso a un comercio de réplicas sin personalidad cortadas por el mismo patrón. Aunque el nombre de Vazey va acompañado del apellido Charcutería, definiendo su especialidad, lo cierto es que el abanico de productos es mucho más amplio.
El establecimiento está en manos de Pedro Martín Pérez desde que tomó las riendas del mismo en el 2011. «Surgió la oportunidad y la aproveché», resume el empresario. «Aquel año, arrastrando aún la crisis, lo traspasaba José Iglesias, ‘Pepe, el de Vazey’, que a su vez se había hecho cargo de la tienda hace décadas, pero no sé exactamente desde cuándo», reconoce. Lo que sí sabe es que su apertura tuvo lugar en 1955 y que hasta unos años antes funcionó como almacén de lacones y de chorizos, que fue la primera prestación comercial que decidieron sus fundadores, Vázquez y Eyré, de Chantada, que tenían un matadero en la localidad lucense. Un día se les ocurrió que, además, podían despachar al público su mercancía basada en cárnica porcina.
En el local todavía se distingue en dos tipos diferentes de suelos, la zona que ocupaba el almacén y su ampliación con un área para la venta a particulares donde se distinguen aún las marcas de los antiguos mostradores. También de su anterior función quedan huellas en el techo, atravesado de un lado al otro por barras de hierro ahora pintadas de rojo, de las que en tiempos colgaban los lacones y chorizos de los chantadinos. Al fondo, una báscula enorme es testigo mudo de los miles de kilos que se pesaron sobre ella y todavía es útil para calcular envíos e imán para los niños.
«David Vázquez, el que empezó, era el padrino de Pepe. Trabajaron juntos un tiempo y luego él solo, hasta que se jubiló con 75 años», relata su responsable desde hace doce años. El vigués, que se formó como marino mercante, se embarcó en esta aventura pero no por casualidad. Según cuenta, lleva el comercio en el ADN, ya que su abuelo era el dueño de Casa Pepe, tienda que nació en la cercana calle de Montero Ríos y ya suministraba mercancía y vituallas para barcos. Pero el crecimiento de la ciudad obligó a la empresa a resituarse en el muelle de trasatlánticos, donde esta familia (actualmente su tío y su primo) sigue aprovisionando buques desde mediados del siglo pasado. Pedro, además, se hizo cargo de La Chinata. De la tienda especializada en aceite y productos de alimentación y cosmética elaborados con el oro verde que está en Marqués de Valladares, 21, y de la que desde enero ha abierto en López Mora, 84.
Vazey sigue fiel al espíritu charcutero con el que nació y los jamones ibéricos siguen siendo su emblema, pero también hay serrano a precios más asequibles. Y muchas cosas más: quesos, ahumados, embutidos, fiambres, patés, conservas, vinos, cavas, licores, pastas, chocolates... «Trabajamos con una selección de artículos, pero la charcutería es el motor diario, tenemos productos muy buenos y otros, más asequibles, y buenos también. La clientela se puede llevar un jamón de Guijuelo y también un jamón york, seleccionado, pero accesible al bolsillo, no un disparate», justifica añadiendo que para lo que sí hace siempre hueco en las estanterías es para los productores gallegos.
La colaboración con los establecimientos vecinos es otra de las premisas que a Martín le gusta cuidar «porque considero que hay que preservar la tienda de barrio», afirma con un espíritu sinérgico que le lleva, por ejemplo, a mandar a la tienda Arjeriz a clientes suyos que está buscando un vino especial. Pedro agradece la confianza que la clientela puso en él cuando agarró el timón de Vazey sin saber demasiado de esos mares en los que ahora navega con destreza «¡tras doce años sin vacaciones!».
Mientras habla, hace un descanso con la preparación de un envío con destino a Panamá y otro con todo lo necesario para una gran laconada en Madrid. La Navidad es la temporada alta de pedidos que se multiplican desde las empresas en forma de cestas, «pero el año es muy largo», recuerda el profesional, que comparte mostrador con dos empleadas, Rosi y Yasmín, que llegó tras la jubilación de Margarita.
Desde 1955
Dónde está:
Calle Reconquista, 6 (Vigo).
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