El Museo del Jamón saca su vena más castiza por San Isidro para anunciar que durante este mes contará en sus mostradores con la primera Rosquilla Jamonera de la historia. Sí, como lo está leyendo. En sus siete tiendas, situadas en puntos estratégicos de la capital, reinará esta versión del tradicional dulce madrileño, que es típico degustar entre el primero de mayo y el final de las fiestas de San Isidro. Así este año, además de las tontas y las listas, es obligado probar las Rosquillas Jamoneras del Museo del Jamón.
Y es más, el famoso establecimiento, creado en 1978 frente al Museo del Prado por la familia Muñoz, las venderá en varios formatos: solas, para tomar con un buen vino blanco, según marcan los cánones, en la barra; o también para llevar en una versión Pack San Isidro, en el que irán acompañadas por sus antecesoras: las tontas y las listas. Un picnic ideal para llevarse a la Pradera el día 15, a los conciertos de las Vistillas o a las corridas que se celebran tradicionalmente durante el mes de Mayo en la plaza de Las Ventas.
«Nos hemos querido poner chulapos al lanzar un producto propio que hace un guiño tan especial a la tradición de nuestra ciudad. Nos sentimos muy castizos y creemos que sacar la Rosquilla Jamonera por estas fechas redondean las fiestas de nuestro Patrón», dicen los responsables del museo más sabroso de Madrid.
Tanto el pan de rosco con ajonjolí, que va relleno de jamón Tío Felipe; como las tradicionales rosquillas dulces, están realizadas por los panaderos y pasteleros del obrador propio que el Museo del Jamón posee en su central de Avenida de Córdoba.
La Rosquilla Jamonera cuesta 2,95 euros la unidad. El Pack San Isidro del Museo del Jamón, que incluye una Rosquilla Jamonera, tres listas y tres tontas, 6,95 euros. Estarán disponibles hasta final de mes.
Y, para quien desconozca de qué se componen las tradicionales, les dejamos aquí unos tips. Todas tienen la misma base y se diferencian por su acabado. Las rosquillas tontas no llevan ningún adorno, no van bañadas, de ahí su nombre indicando la simpleza. Las listas van bañadas con un azúcar fondant (elaborado con un sirope de azúcar, zumo de limón y huevo batido) del color que se les quiera dar, es habitual el amarillo.
Sobre el Museo del Jamón
Fundado en 1978, El Museo del Jamón es una empresa familiar, Marcelo Muñoz e Hijos S.A., que, en la actualidad, está encabezada por la tercera generación. La idea de convertir su espacio en Museo, y crear así el primer restaurante temático dedicado a esta joya gastronómica, caló pronto entre los madrileños y se ha mantenido en el tiempo, convirtiendo a sus establecimientos en un emblema de la ciudad.
«Nuestra historia es la del éxito de nuestro padre, Don Francisco Muñoz, que junto a su hermano, Don Luis Muñoz, supieron crear un modelo de negocio absolutamente innovador en la década de los 70 creando el concepto de restaurante temático de jamones», esgrime el director ejecutivo del Museo del Jamón, Luis Alfonso Muñoz.
La filosofía de la marca consiste en «mantenernos fieles al espíritu de la empresa». «Seguir trabajando duro para ofrecer la mejor calidad al mejor precio. Seguir haciendo de nuestra casa la de todos los madrileños y visitantes de esta maravillosa ciudad», defiende Muñoz.
«Nuestro deseo es que seamos capaces de seguir creciendo como hasta ahora para aumentar la gran familia que conformamos todos los que trabajamos en este gran grupo. De Madrid al Cielo, pasando por el Museo del Jamón. Nos vemos en los Museos más Sabrosos de Madrid», defiende el máximo dirigente de la marca para instar a los jóvenes a usar el abono cultural en sus establecimientos.
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