En esa Sierra onubense de aroma a encina y tradición, en la que el tiempo se mide en estaciones de montanera y silencios de bodega, la familia Bomba Gómez levanta una historia que va mucho más allá del ibérico. Sierra de Jabugo S. L., una de las grandes productoras de la Sierra de Aracena, nació de forma idéntica a la que llegan al mundo las cosas que perduran: con humildad, entusiasmo y un cuidado artesanal por cada detalle. Más de 30 años después, son ya tres generaciones las que son partícipes de aquel sueño que comenzó en una salita de un piso en el barrio sevillano del Cerro del Águila. Un sueño que continúa latiendo con el mismo espíritu familiar, ahora transformado en una empresa de ciclo completo que mima el producto desde que nace hasta que llega a la mesa.
A comienzos de los 90, Pedro Bomba conducía un taxi por las calles de Sevilla, sin imaginar que un giro radical en su vida estaba por venir. Y lo haría protagonizado por un producto que conocía desde bien pequeño: el jamón ibérico. "Una vez terminó la Expo'92, el sector del taxi se vino abajo, por lo que entendía que tenía que abrirme a buscar otras vías de negocio", cuenta Pedro Bomba, quien reconoce que, "siendo de Fuenteheridos, siempre he sido conocedor del producto y fue por ello por lo que me animé". Lo que en un primer momento era más bien una aventura que, compatibilizada con su profesión de taxista, consistía en "vender jamones y llevarlos de un punto a otro", terminaría convirtiéndose en una dedicación que marcaría el nuevo rumbo de toda una familia.
Con las dos licencias de taxi vendidas en 1993, Pedro Bomba se adentraba en el mundo del ibérico. Aquel año le prestan un pequeño almacén en Sevilla que le permite incrementar su capacidad de negocio, y poco después abre su primer punto de venta, que gestionaba su mujer Toñi Gómez por las tardes. Solo tres años después, Pedro Bomba tomaba una decisión que iba a cambiar el rumbo familiar: compró un secadero en El Repilado, el germen de lo que hoy es Sierra de Jabugo. El motivo de que diese aquel paso que dio obedece a "un valor que siempre hemos tenido muy claro en el seno familiar: lo que ganásemos lo íbamos a invertir en seguir creciendo", resume Pedro Bomba.
Aquellos fueron los inicios de un proyecto que empezó con más ilusión que recursos, pero con la certeza de que no había un mejor sitio que la Sierra. "Acompañaba el clima, el entorno... y sabíamos que si queríamos hacer un buen producto tenía que ser en la Sierra de Huelva", sostiene Sergio Bomba, el menor de tres hermanos que hoy son el corazón de Sierra de Jabugo -el propio Sergio, Pedro y Raquel-. Fue Sergio, precisamente, el que en 1998 se trasladó a El Repilado para estar sobre el terreno y abrir el primer punto de venta en la zona, siendo además pioneros en desestacionalizar la carne ibérica. "Habíamos pasado de ser almacenistas a industriales", señala.
Y solo dos años después, en el 2000, compraron una granja de madres en Cumbres Mayores. Un paso clave para garantizar la calidad desde el origen y con la que se convierten en una empresa de ciclo cerrado. "La idea era controlar de primera mano todo el ciclo: genética, alimentación e industria; todos los ingredientes necesarios para hacer el mejor producto", explica Sergio Bomba, que enumera los tipos de cerdos con los que trabajan: cebo, cebo de campo, bellota al 50% o 75% y bellota 100%.
Aquello con lo que fantaseaba la familia, el control de cada fase, fue consolidándose en los 2000 con la incorporación de nuevas fincas como El Guijo o La Vegallana, y con la puesta en marcha de su primera fábrica de piensos, elaborados en un 60% con grano nacional. Seguidamente, en 2013 sumarían nuevas hectáreas con la finca El Mayorazgo, destinada a la recría de marranos, y acto seguido daba comienzo una relación de colaboración con Jamones Lazo, que en 2017 terminaba con la compra de la marca y de toda su infraestructura. A ello se sumará, en su 100% en la primavera del próximo año, una segunda granja de madres especializadas en cebo en la finca Las Calamitas, en Rosal de la Frontera.
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