Carmen Hernández (Ibéricos Montellano): renacer entre encinas centenarias
Tras el asolador diagnóstico de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que recibió su marido, Manuel, Carmen Hernández tomó una decisión conmovedora. La enfermedad, que durante cinco años causó un gran sufrimiento a su "querido" esposo, fallecido hace ya dos años, la impulsó a dedicar parte de las ganancias de su fábrica salmantina de embutidos ibéricos a ayudar a otros afectados por tan cruel enfermedad.
Carmen Hernández había abandonado su carrera como profesora de Filosofía hace casi 40 años para embarcarse, junto a su marido Manuel, en la aventura de crear la fábrica de embutidos Montellano en Mozárbez (Salamanca). Hoy, Montellano es una marca reconocida en los mejores restaurantes y tiendas gurmet de España que incluso ha conquistado exquisitos paladares internacionales.
La carne de sus cerdos ibéricos, rica en polifenoles, tocoferoles y otros antioxidantes, es muy apreciada por sibaritas japoneses, quienes comparan su sabor con el del buey Wagyu, la carne más cara del mundo. Su expansión incluso llega a China a través de importaciones desde Hong Kong.
Con el apoyo económico de sus padres, la pareja fundó la empresa, que, a pesar de estar ubicada en la Denominación de Origen Guijuelo, (Salamanca) obtiene sus cerdos principalmente de Extremadura, el norte de Sevilla y parte del Alentejo portugués. En la finca familiar de Montegallardo, en la sierra de Salamanca, Carmen cría actualmente 200 cerdos ibéricos de bellota, que disfrutan de la temporada de montanera en más de 300 hectáreas de dehesa.
La pérdida de su esposo la obligó a enfrentarse a un reto mayúsculo: gestionar Ibéricos Montellano. Carmen, con una determinación admirable, se sumergió con buen tino de la mano de los expertos en el mundo de la producción y la innovación, conservando la esencia artesanal de sus jamones.
Su compromiso con la calidad es inquebrantable, y se refleja en la minuciosa selección de sus cerdos y en el largo proceso de curación de sus jamones y paletas, siguiendo métodos tradicionales que garantizan un producto único. "Mi marido me enseñó mucho y ahora me toca a mí honrar su legado", afirma Carmen, mientras observa con orgullo sus jamones colgados en la bodega, donde el tiempo, aliado con la sabiduría ancestral, obra su magia. Carmen no solo ha mantenido la tradición, sino que la ha enriquecido con su toque personal, convirtiendo a Ibéricos Montellano en una marca de referencia.
Carmen trabaja codo con codo con su hija Carmen Curto. "Cuando llamaban los ganaderos para ofrecernos sus cerdos no querían hablar conmigo, sino con un hombre", rememora Curto.
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